1ª lectura: 1 Samuel 16,1b.6-7.10-13a
«David es ungido rey de Israel»
Salmo: «El Señor es mi
pastor, nada me falta»
2ª lectura: Efesios 5,8-14
«Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz»
Evangelio: Juan 9,1-41
«Fue, se lavó, y volvió con vista»
En
aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus
discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que
naciera ciego?» Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres,
sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo
que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá
hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»
Dicho esto,] escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los
ojos al ciego, y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé»
(que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista.
Y
los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No
es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.» [Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los
ojos?» Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús
hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase.
Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.» Le preguntaron: «¿Dónde
está él?» Contestó: «No sé.»]
Llevaron
ante los fariseos al que había sido ciego. [Era sábado el día que Jesús hizo
barro y le abrió los ojos.] También los fariseos le preguntaban cómo había
adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me
lavé y veo.» Algunos de los fariseos comentaban: «Este
hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y
estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y
tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que
es un profeta.» [Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido
ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les
preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que
nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» Sus padres contestaron: «Sabemos
que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos
nosotros, y quién le ha abierto los ojos nosotros tampoco lo sabemos.
Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.» Sus
padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya
habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías.
Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron
por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Confiésalo
ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Contestó
él: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego
y ahora veo.» Le preguntan de nuevo: «¿Qué
te hizo, cómo te abrió los ojos?» Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me
habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis
haceros discípulos suyos?» Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo
de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a
Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.»
Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde
viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a
los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir
que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de
Dios, no tendría ningún poder.»] Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies
a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron.
Oyó
Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del Hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para
que crea en él?» Jesús
le dijo: «Lo
estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él. [Dijo
Jesús: «Para
un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que
ven, se queden ciegos.» Los
fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos
ciegos?» Jesús
les contestó: «Si
estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro
pecado persiste.»]
Compartimos
dos carteles para la oración-reflexión:
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